Ireth vió entrar al guerrero en la arena y aguantó la respiración. Admiraba a aquel semidios que se decía era invencible. Era un hombre grande y su casco le tapaba la mitad de la cara, se podía distinguir una barba castaña bastante recortada y unos ojos oscuros que miraban amenazantes a la gente que le ovacionaba desde las gradas.
Poco a poco entraron todos los contrincantes, incluida ella, y se fueron poniendo por parejas para comenzar los combates de descalificación. Entre los más de cien luchadores que se presentaban, solo irían quedando veinte. Los veinte más fuertes. Pero todos sabían que Mohedan mantendría su puesto sin apenas esfuerzo. Como en la arena anterior donde estuvo siendo el primero pese a ser retado.
Ireth miró a su adversario. Un joven inexperto al que parecía hacerle gracia tener que luchar contra una mujer flaca y aparentemente frágil. Ireth le devolvió la sonrisa con un brillo de picardía y se apretó bien las correas de los guantiletes y las rodilleras, así como la chapa de metal que le cubría el pecho. El muchacho ya no se veía tan dispuesto a reírse de ella cuando reconoció los movimientos precisos y seguros de alguien que ha crecido entre armaduras. Así que también se ajustó sus cosas y se colocó con la espada en posición de ataque esperando la orden del tribuno que daría comienzo al primer combate.
Ireth cerró el casco, pero antes volvió a mirar a lo lejos a Mojedan que descansaba sobre su espada visiblemente aburrido por la espera. Cuando se oyó el grito de guerra Ireth se agachó instintivamente para evitar la hoja de la espada que pasó sobre su cabeza y estirando una pierna golpeó a su adversario en la suya haciéndole perder el equilibrio. Con una agilidad basada en unos cuantos movimientos limpios y suaves, deslizó su daga larga, más ligera que las de otros gladiadores y, dando una vuelta en el aire colocó su bota de cuero sobre el pecho del chico, con el filo del arma casi al mismo tiempo, dejándole inmovilizado en el suelo. El chaval estaba confundido, no era capaz de entender lo que había pasado en tan solo unos segundos. Solo acertaba a ver a una liviana doncella que le miraba desde arriba con ojos de acero, de repente convertida en un animal con los músculos listos para matar.
Mojedan había visto la lucha de ese gladiador del fondo izquierda por el rabillo del ojo, mientras descargaba su golpe final sobre su adversario con una finta tan elegante, que llegaba a parecer simple. Tuvo curiosidad de quién sería ese guerrero tan escuálido y poco fornido. Sería un joven efebo que dejó la danza por un poco de emoción. Otro al que derrotaría, como al resto. Hacía tiempo que parecía no tener rival.
Nuevamente los cincuenta gladiadores ganadores se colocaron por parejas. Esta vez al que se enfrentaba Ireth era un veterano de las armas, Morgoth, el despiadado, como le llamaban. Eso ya comenzaba a ir en serio, pensó, y no dejó que su cuerpo se relajara manteniendo la atención clavada en el hombretón de 1,80 y anchura proporcional que balanceaba un hacha enorme frente a ella. Esta vez no podría desestabilizar a esa mole. Buscó los puntos débiles del oponente, apenas tenía. Sabía que un solo golpe la mandaría junto a Dionisos partida en dos.
Mohedan vió la pareja tan desigual que tenía el joven que le había intrigado tanto y se sonrió al pensar si esta vez los pasos de baile le servirían de algo. A su vez saludó a su oponente, un amigo de su mismo nivel, con el que había luchado en otras ocasiones. Se preparó mentalmente a olvidar de quien se trataba, pues en la arena todos debían ser enemigos.
Este asalto fue más largo para ambos. Cerca estaba también la luchadora del Fénix, una máquina de matar, a la que Ireth secretamente admiraba y temía. Le resultaba curioso que entre una gran mayoría de hombres a la que más temiera fuera a otra mujer. Supuso que era porque no hay corazón más duro que el de una guerrera, porque si lo es, es porque la vida la ha arrastrado a luchar.
El combate continuó y Ireth se mantenía frente a los golpes. La gladiadora del Fénix ya tenía a su víctima a punto de caer y fuera de combate, mientras seguía tan inmutable como al principio. Ireth sin embargo apretaba los dientes y fruncía el ceño buscando desesperada el punto de ataque. En un momento en que el arma del otro cayó pesadamente cerca de sus pies, pisó el lado más grueso y, dando una voltereta en el aire, golpeó fuerte con el talón en el pecho del hombretón, haciéndole retroceder exasperado, pero sin lograr hacerle caer. Acto seguido hizo un giro sobre los pies con la daga recta y rasgó la ropa y la piel de la espalda de Morgoth, de donde empezó a manar algo de sangre. Este profirió una palabrota y le devolvió un puñetazo en la boca del estómago que la hizo caer de rodillas.
Al otro lado de la arena Mojedan luchaba sin prisas, atento a la batalla que se estaba librando a su lado. Estaba seguro que aquí se acabaría la suerte y el interés de aquel ágil guerrero. Era cuestión de segundos. En el fondo lo sentía, parecía valiente, a pesar de su falta de experiencia. Y había hecho cosas que nunca había visto en la arena. Pero ahora el bailarín estaba a punto de conocer su sabor. Repentinamente sintió el acero rasgándole el hombro; debía acordarse de que nadie dura mucho en el coliseo. Ni siquiera él. Devolvió el golpe con el doble de fuerza, dejando a su antiguo compañero con más de una herida sangrante.
El código de los grandes era así: Honor, pero no piedad. No se echaría atrás porque hubieran jugado a las cartas en varias ocasiones.
Mientras tanto Ireth estaba aún doblada de dolor, su mente gritando que se levantara pero sus piernas no le respondían. Morgoth parecía dar ya la pelea por ganada y esperaba tranquilamente a que ella se moviera para terminar el trabajo. Desde un lado un gladiador le gritó algo a Ireth, entre el ruido de la gente que clamaba en las gradas, y ella pareció recobrar algo de fuerzas. El brillo de su mirada volvió de nuevo y con esfuerzo logró ponerse en pie y volver a levantar la daga. Morgoth sonrió con algo de pena y comenzó a balancear el hacha para tomar impulso. Pero no tuvo tiempo. En tres rápidos pases que no pudo ni ver las heridas de su brazo y pecho hicieron que soltara el arma y cayera boca abajo sobre la arena.
Se oyeron los aplausos y vítores del público, mientras Ireth levantaba su daga resoplando de dolor. En ese momento su mirada tropezó con la de Mojedan que ladeó la cabeza a modo de reconocimiento. El ya había vencido a su oponente hacía un rato pero estaba expectante por el final de aquel joven imprevisible.
Mientras saludaba Ireth se sacó el casco para quitarse el sudor, su melena aleonada le cayó como una cascada sobre sus hombros. El pelo y los ojos igualados en color. Mojedan soltó una carcajada. Así que ese era el secreto fascinante del bailarín. Sabía que algo no encajaba en aquel guerrero.
Al final de la tarde quedaban 20 vencedores y muchas magulladuras que curar. Habían varios muertos que no habían tenido tanta suerte y los demás pasaron a la sala de curas antes de celebrar la victoria en la casa del tracio Plinio.
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Fecha | 02.12.2010 |
Autor | Ezekiel |
Asunto | Gladiatus |
está muy bueno el juego hace una semana lo empezé d+d+,,,,,
mi hermano consiguió estos trucos ak les dejo los link,,,,
pero solo se pueden usar con una pestaña al lado del Gladiatus.... mi bro es un técnico de Internet y me consigió unos trucos,,, bueno no son gran cosa pero son ::::
https://s1.ar.gladiatus.com/game/c.php?uid=166913 este es para que yo te ataque online
y este
s1.ar.gladiatus.com/game/c.php?uid=166913 ::: es para que vaya a mi perfil en gladiatus y vean los trucos,,, ´pero solo sirven una vez,,, xq los que administran Gladiatus saben que a esos trucos no los pueden desactivar,,, xq sino se desactivan muchas cuentas,,, ii x eso no los pueden borrar,,,, pero solo funcionan una vez...!!!
bueno espero que les vaya muy bien en este gran juego,,,, está muy bueno,,,,!!!